Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 07.12.18
La desidia y cobardía de los leales es un regalo al enemigo
NO aplaudieron ayer al himno nacional de España los diputados de Podemos e Izquierda Unida. ¿Cómo va a aplaudir la tropa comunista en el Congreso si su jefe tiene dicho que él no puede ni «decir España»? Cuando la bandera nacional es para ellos un trapo fascista que solo sirve para ofender a quien la aprecia y honra. Cuando el principal objetivo de ese partido es destruir la nación que representan ese himno, esa bandera y esa Constitución, cuyo nacimiento ayer se celebraba. Para ello lo primero es derrocar al Rey, el principal bastión de defensa contra la voladura de la nación y la democracia. Que es lo que pretende Podemos. Como de todos los partidos separatistas surgidos al amparo de la inmensa industria que es la hispanofobia y que esta Constitución y los gobernantes han permitido. Esos son los anticonstitucionales de verdad, no un nuevo partido que pide la reforma legal de la Constitución y termina sus mítines siempre con un «¡Viva España! ¡Viva el Rey!». Es decir, con la adhesión a la Constitución.
Pero los enemigos declarados de España, de su unidad y su democracia jamás podrían haber hecho tanto daño solos. Jamás podrían haber traído solos a España al borde del abismo en el otoño del 2017, donde aún seguimos. Han podido, porque han gozado de la colaboración, involuntaria, voluntaria y hasta obsequiosa, muchas veces complicidad, de otros presentes o representados en el hemiciclo. En las Cortes estaban ayer los tres redactores supervivientes que por buena fe o ingenuidad permitieron que el texto de la Constitución albergara tantas trampas para los leales como gateras ventajistas para los traidores. Cierto que era difícil imaginar entonces, en aquel clima de responsabilidad histórica y buena fe, que, a principios del siglo siguiente, irrumpiera en el poder un revanchismo izquierdista con atroz sed de venganza y decidido a repetir la conducta totalitaria que destruyó la república, provocó el alzamiento militar y causó la guerra.
La Constitución ya reflejaba los complejos de los defensores de la Nación que no harían sino crecer con el tiempo bajo la presión antiespañola de los nacionalistas. Con la adhesión a su causa centrífuga de la izquierda que añade a su corrupción esa culpa histórica imborrable. Tampoco tiene perdón el culto a la conveniencia, la irresponsabilidad y el egoísmo de una derecha descreída, cínica, frívola y corrupta. Ayer estaban en el hemiciclo todos los presidentes de Gobierno, todos culpables de permitir que se violara letra y espíritu de la Constitución en beneficio propio. Por hacer mayorías o por evitar conflictos, por conveniencia y poder. No solo en ese lamentable Título VIII se ignoraron todos los anclajes y garantías para la igualdad y libertad de todos los españoles. Y se permitió que España se fraccionara en 17 regímenes centralistas artificiales, corruptos y celosos de la autonomía que les permite aumentar sin fin su margen para corromperse. Hasta el punto de buscar la independencia cuando peligra la impunidad del inmenso entramado criminal como es el caso de Cataluña.
Los enemigos ante todo de la democracia y de la nación, también de una Constitución que todos violaron cuando convino, han tenido muchos cómplices y los siguen teniendo. Todos los que por conveniencia o cobardía se plegaron a la mentira antifranquista impuesta por la izquierda. Con la abominable mentira de que Franco era un monstruo fascista que gobernó contra toda España porque los impecables demócratas socialistas y comunistas habían perdido una guerra, se aceptó esa falsaria hegemonía moral que seguimos sufriendo. La novedad está en que los enemigos de España que quieren organizar el asalto final tienen enfrente cada vez a más españoles no dispuestos a ceder y transigir ante sus grandes mentiras.
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diciembre 9, 20180