Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 08.02.19
No es la verdad la que destruye la convivencia en España
LOS separatistas catalanes y vascos, los comunistas de Podemos y la extrema izquierda que, en su delirante desprecio institucional, hoy encarna perfectamente Pedro Sánchez, están irritados. Les molesta mucho que haya irrumpido en España con fuerza un hábito ya casi no recordado que es el de renunciar al eufemismo y utilizar lengua española con toda su fuerza de verbo y sus justas y claras acepciones. Dicen ahora que eso estropea el clima político. Aquí el clima político lo han estropeado con tono suave y sonrisa permanente de «joker», los que desde principios de siglo inoculan odio de revancha en la política española. El mayor fabricante de odio en España se llama José Luis Rodríguez Zapatero y nunca elevó la voz. Sus infinitas maldades siempre se sirvieron con exquisitos modales. Ni una mala palabra ni una buena acción. Con ese lema, Zapatero extendió su veneno, por España primero, después al servicio de una causa innoble como la defensa de intereses de la dictadura que tortura, mata a hambre y aterroriza a su pueblo en Venezuela.
Cierto es que en los últimos años tanto al separatismo catalán como a los comunistas se les colaron en primera fila rufianes muy dados a la estridencia. Cierto que Sánchez, con su tono y ademán, su violencia interior, su presunción narcisa y su prepotencia, se expresa a veces como una figurín de vodevil del submundo. Pero no son las palabras malsonantes o contundentes ni los epítetos insultantes los que amenazan con volar la convivencia en toda España. Han sido las políticas conscientemente aplicadas para generar ofensas y agravios, para destruir la igualdad entre españoles, para generar resentimiento y para acosar y descalificar a amplios sectores sociales. Eso lo ha hecho la izquierda con sus leyes ideológicas. Y la derecha ha sido colaboradora necesaria porque, cuando ha podido, no ha combatido ni abolido esas leyes ni sus consecuencias que son instrumentales para la destrucción de la libertad. Esas leyes, desde las de Género a la Memoria Histórica, abren el camino a la desigualdad y a la arbitrariedad total que es la tiranía.
Han puesto el grito en el cielo algunos porque hasta en el PP ya llama comunistas a los comunistas de Podemos. La verdad no radicaliza a nadie. Que se oiga mucho solo revela que cada vez más españolas han reconocido que ocultar hechos y callar verdades, no facilita la convivencia como les decían, la acaba destruyendo. Llamar golpista a quien proclamó una república en una región española no es abuso, sino honradez. Calificar de traidor a quien, como gobernante que juró defender el Estado, es desenmascarado como urdidor o cooperador en planes inequívocamente dirigidos a destruirlo, subvertir sus leyes y acabar con su unidad, no es un exceso, es un acierto y un deber. La verdad nos hace libres. Es hora que se diga la verdad también a todos los engañados que empeñan su vida en un proyecto, destruir España, que no lograrán ni por las buenas ni por las malas. Para evitar males mucho mayores habrá que aplicar muy pronto todos los artículos constitucionales que se requiera para acabar con la destrucción del orden legal y la convivencia causada por un criminal malentendido. Que radica en la creencia de que ciertas regiones pueden decidir dejar de ser parte de España. Ese proyecto ha hecho ricos a generaciones de distribuidores de veneno y alimentado a estafadores políticos como Sánchez con soluciones al margen de la ley. Pero hemos llegado al límite y por eso reacciona la nación. Ha llegado el momento de acabar con ese negocio y de que los españoles asuman la unidad de España como una más de las realidades inamovibles en la vida que nos exigen humildad.
EconomíaPublicacionesEL MAL TONO
febrero 8, 2019