Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 25.01.19

La agonía del narcocomunismo de Maduro aún causará mucho dolor y muerte

ASISTIMOS a momentos dramáticos en Venezuela, con una cifra de muertos por los matones del régimen que aumenta por horas. Y es por desgracia probable que aún no hayamos visto lo peor. Porque el levantamiento popular e institucional no se enfrenta a políticos con los que se discrepa más o menos radicalmente pero cabe una transición pacífica para no destruir la convivencia. No. Se enfrenta a una mafia de criminales que saben que destruyeron toda esperanza de convivencia entre ellos y sus víctimas. Conscientes de que si pierden el poder habrán de elegir entre cárcel y exilio. Han cometido brutales crímenes contra su pueblo. Han asesinado a muchos de los mejores, han hecho morir, enfermar o huir a millones y han sumido en hambre y terror a todos menos a la casta comunista en el poder y a sus sicarios.
Además han protagonizado el que podría ser el mayor saqueo de un Estado jamás habido en tiempos modernos. Han acumulado fortunas obscenas dentro y fuera del país, pero tienen razones para temer no poder disfrutarlas. Por eso tienen ominosa credibilidad las afirmaciones de Maduro y cómplices militares y civiles de que defenderán su poder y privilegio con las armas y por todos los medios a su alcance. Es trágicamente creíble la amenaza de un gran baño de sangre al estilo de Tiananmen, inspirador ejemplo de cómo una dictadura comunista, con una matanza y la escalada de terror, se garantiza el poder para un par de generaciones.
Tienen mucho que perder todos los miembros y beneficiarios de la inmensa maquinaria de poder, privilegio e impunidad en el crimen que ha sido construida a lo largo de más de tres lustros en el Partido Socialista (PSUV). Y tienen siempre presente, no solo el ejemplo de Tiananmen, sino el del régimen comunista de Cuba, que ha superado, con la represión, todas sus crisis, y ha cumplido 60 años. Y es implacable para salvaguardar los privilegios y la impunidad de esa minoría parasitaria comunista que basa su bienestar en la dictadura esclavizante. Cuba colonizó Venezuela hace lustros. No querrá permitir el colapso de un aparato criminal que le granjea inmenso beneficios. No solo son el petróleo y otras materias primas. Es el tráfico de cocaína que financia lujos de los estados mayores de todas las bandas terroristas que residen en Cuba. Que paga las voluntades políticas e influencias compradas por todo el mundo. Que lubrica organizaciones terroristas y subversivas extranjeras, desde las FARC y el ELN a Hizbolá en Líbano y Siria. Y el tren de vida de tantos cómplices de La Habana en democracias occidentales que han permitido sobrevivir a tan despreciable régimen.
Lo maravillosamente nuevo es que con Donald Trump y Jair Bolsonaro el momento es ya muy peligroso para la mafia en Caracas, pero también para la supermafia en La Habana. Washington prepara medidas para que el régimen cubano sienta de veras los efectos de ser un paria que desprecia los derechos humanos y trafica con subversión, ideología criminal y drogas. Las empresas españolas que colaboran con el régimen castrista pronto sabrán de ello. Bolsonaro ya anunció que el fin del siniestro Foro de Sao Paulo acaba con muchas aventuras izquierdistas que protegían sus antecesores. También España se beneficiará del triunfo de las verdades. Es de esperar y desear que cuando caiga el régimen criminal de Maduro, afloren pruebas de las auténticas razones de la abominable complicidad de tantos políticos españoles con la mafia criminal del régimen hoy agonizante. Desde los comunistas podemitas que medraron allí a los socialistas que se enriquecieron aquí. ¿Y la UE? La inanidad moral que ya define su conducta ridiculiza sus petulantes pretensiones. Para los venezolanos los héroes, amigos y hermanos son Trump, Bolsonaro, Almagro, Piñera y el Club de Lima. Los gobernantes europeos, unos indolentes, cínicos y cobardes cuando no cómplices directos del dictador como es el Gobierno español.

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