Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 15.02.19
El SPD se radicaliza para sobrevivir a la batalla cultural
LA líder del partido socialdemócrata alemán, SPD, Angela Nahles, toca a rebato. En una convención el pasado fin de semana en Berlín ha reunido a los muy deprimidos cuadros directivos socialistas para exponer su diagnóstico y un mal augurio: existe el peligro inminente de caer en la irrelevancia. El partido socialdemócrata más antiguo de Europa podría desaparecer como fuerza política real. Por eso, se concluye, el SPD tiene que liberarse del letal abrazo de la gran coalición con la CDU/CSU de Angela Merkel. Como muy tarde en otoño, en la revisión anual de los acuerdos de coalición, la coalición de Berlín saltará por los aires. Y el SPD se nos vestirá otra vez de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. No es un simple cambio de intensidad como los muchos habidos desde su fundación en Gotha en 1863. Es una crisis existencial como solo la tuvo en la agonía de la república de Weimar y la llegada del nacionalsocialismo.
El declive del legendario SPD es dramático y representativo de muchos que siempre lo vieron como ejemplo y guía. Y marca el camino de la agonía en el continente de quienes, leales al socialismo democrático, han tenido el papel ideológicamente hegemónico durante más de medio siglo. Hasta el punto de que la mayoría de los partidos de centro-derecha han asumido la mayor parte de sus postulados sociales y culturales. Ese ciclo toca a su fin. Unos se despiden del centro-izquierda para desaparecer y otros como el PSOE o el laborismo británico intentan sobrevivir en la radicalización de la lucha de la batalla cultural, en lo que aquí llamaríamos una «podemización», en alianzas o fusiones frentepopulistas con grupos comunistas. En Alemania, el SPD tiene a su izquierda a un partido, Die Linke, que sobrevive sin inquietar. Rotos por el tiempo los sanos pudores anticomunistas tradicionales, el SPD podría buscar un proyecto que integre hasta la extrema izquierda.
El SPD lleva unos años en profunda crisis, corroída por una mala conciencia del izquierdismo por la época de reformas liberalizadoras con Gerhard Schröder. Y por el castigo que ha resultado ser su participación en la gran coalición con Angela Merkel. Por mucho que ha cambiado de líderes y de retórica el partido no se recupera de la somanta de palos electorales que ya ha recibido en estos pasados años. El 2018 fue un año terrible. Con severas humillaciones en Baviera y Hesse. Y ya se asoman para el otoño las elecciones en tres estados orientales que nada bueno auguran. Brandenburgo, Sajonia y Turingia pueden dejar al SPD como cuarto partido. Allí puede pasar algo que ya está pasando en otros países europeos, que la izquierda tienda a la marginalidad y el debate político quede protagonizado por una opinión de clara derecha y otra de tendencia centrista liberal.
Así se enfrenta el continente a unas elecciones europeas en una cada vez más polarizada lucha cultural. El SPD, factor de moderación en la izquierda desde 1945, se lanzará previsiblemente a esta radicalización con los caballos de batalla izquierdistas actuales que son el multiculturalismo, globalismo, cambio climático, feminismo, leyes de género y sexualismo y demás proyectos de experimentación social que vayan sacando de sus chisteras ideológicas. Los partidos del centro y la democracia cristiana que tienen asumida en gran parte la política socialdemócrata tendrán su propia crisis en el dilema entre posiciones centristas liberales y una derecha que se beneficia del cambio de ciclo cultural y de un renacimiento de la demanda de valores de la identidad nacional, y tradicional europea largo tiempo despreciados. La batalla cultural avanza hacia nuevas cotas de intensidad con el ocaso de la supremacía neomarxista del pasado medio siglo.
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febrero 22, 2019