Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 22.03.19
Algunos no calculan la voluntad que generan rabia y hartazgo ante tanta afrenta separatista
LOS españoles están acostumbrados a la severidad del Estado. Saben que sus infracciones, de tráfico o urbanismo, fiscal o laboral, son castigadas de forma implacable y dolorosa. Con multas que siempre superan en mucho las sanciones en otros países con ciudadanos de mayor poder adquisitivo. La cantidad media de las multas de aparcamiento en una ciudad alemana es de 20 euros, en Madrid, de entre 90 y 180. Dos multas de tráfico pueden destruir aquí el presupuesto mensual de una familia modesta. El trato de los españoles con el Estado está cuajado de humillaciones. Por el desprecio y por la dureza del castigo de las faltas, la infracción del hombre honrado. En cambio, hay pocos países en los que se perdonen tanto los más graves crímenes. En España andan por la calle ladrones que son detenidos varias veces por semana, violadores condenados hace menos de un lustro y asesinos múltiples que han cumplido 18 meses por muerto a sus espaldas. A la humillación del trato injusto y severo al español honrado se suma la que causa la impunidad del más canalla.
Porque la cara más amable la reserva siempre el Estado a los peores matones. No hablemos de Josu Ternera, libre para que no hable de sus apaños con Zapatero. Ni de Mikel Antza, responsable en cientos de asesinatos, puesto en la calle al ser entregado por Francia. Hablemos de Quim Torra. Un jefe regional se burla de toda España. Se mofa de la Junta Electoral Central, se ríe de las instituciones y de las leyes y se cisca en los españoles. Se le ordenó quitar de los edificios oficiales pancartas y lazos amarillos que nunca debieron ser tolerados en ellos. Por ser un insulto a España y su Justicia y una amenaza a todos los catalanes no separatistas. Además de apología del crimen golpista. No los quitó. Hizo alarde de desacato hasta con broma de cambio de unos insultos por otros.
Es Torra el mismo sujeto al que la Guardia Civil vio en uno de los depósitos de material de la operación criminal en días de autos. Ahora, mientras Torra se ríe de los españoles porque sabe que el jefe del Gobierno de España está de su parte, se demuestra a diario en la Sala del Supremo que el golpe de Estado fue urdido y ejecutado por los acusados y muchos otros. Entre ellos, Torra. Había planes para situaciones de violencia extrema y se aplicó la violencia de forma calculada. Hubo acciones de vigilancia a la policía y coordinación de operaciones clandestinas con los cuerpos armados de los Mozos de Escuadra, destrucción de pruebas y las peores intenciones criminales. Sí, el golpe de Estado era y es ese golpe de Estado y todos los acusados y muchos más están implicados. También Torra, que sigue riéndose de los españoles. Sí, porque sabe que, pese a todos los disimulos y aunque no les gusten las maneras, Sánchez, el PSOE y los comunistas de Podemos le necesitan.
Sánchez y sus ministros, todos dedicados a la representación de la mentira, no perciben el calado de la indignación que generan estas humillaciones añadidas del golpismo. Millones de españoles asisten con rabia y estupefacción al circo montado por Torra y permitido por su socio Sánchez. A muchos sorprendió aquella manifestación de un millón en Barcelona de 2017. Fue el comienzo de una respuesta de los españoles a tanta humillación acumulada. En un eco atronador de la dignidad solitaria del Rey Felipe VI. Las humillaciones que generan otra vez los golpistas y quienes los amparan, ya son rebosantes. Como rebosan ya las emociones y voluntades ante una batalla decisiva de los defensores de la continuidad histórica de España contra sus enemigos.
EconomíaPublicacionesLA HUMILLACIÓN REBOSANTE
marzo 28, 2019